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jueves, 12 de abril de 2012

Comenzando una nueva vida...

Vamos con el típico ejemplo de vida: El camino.

Mi camino era y es siempre derecho. Cemento gris, duro, con bastante pastito verde y fresco a los costados, si uno se lo quiere imaginar.
Mis pasos siempre fueron firmen, son consciencia siempre me moví. Una que otra vez pasaba una bella mariposa que me desviaba del camino, pero nunca perdí el rumbo.
Hay piedras en la vida, eso lo saben todos. Esas que nos hacen caer, tropezar, golpearnos, y darnos cuenta de muchas cosas. Pero algo que aprendí, es que la vida no solo te presenta piedras sino flores. Y uno dice "flores"? Y eso que tiene que ver?? Y la verdad es que sí, tiene muchisimo que ver.
Mi camino siempre fue fijo, siempre hubo y habrá UNA sola meta a la que debo llegar. El camino siempre es largo, siempre hay trabas, pero también, siempre hay distracciones. Ejemplo gráfico: Estoy caminando en el camino de la vida, me encuentro con una flor que es hermosa, me encandila tanta hermosura, me gusta, la agarró, pero al fin y al cabo, sin darme cuenta, estoy detenida en este camino, no avanzo por distracción. La flor se marchita y se muere.

Yo, personalmente. Soy más débil con las flores que con las piedras. Las piedras ya las conozco, son duras, te lastiman físicamente, sé que pasan, pero aprendí a esquivarlas. En cambio, las flores entran en tu ser. Tocan lo más profundo que es el corazón. Y que lastimen ese órgano vital tan importante, duele mucho más que cualquier herida de bicicleta.

Okey. Durante estos 17 años transcurridos me pasaron muchas cosas (ovbio que pocas a comparación de una persona de 35 años, pero para mi son muchas). Me caí con muchas piedras, me distraje con un par de flores. Lloré a más no poder. Hoy mi camino se abre en dos...

Cerré mis ojos por un instante, y dejé mi mente en blanco. Quiero seguir el camino que me lleve a la felicidad interior. No quiero nada superficial, no quiero saber lo que opinen los demás. Que la impulsión sea el guía solo por este instante. Respiré fuerte y traté de sentir de qué lado provenía la frescura del césped que me relaja cada vez que caigo. Agudicé mis oídos para poder escuchar las melodías que me acompañan en mi tristeza. Abrí mis manos para sentir la brisa que me abraza en la soledad. Pero al abrir mis ojos, no me fije qué camino era más lindo o más ancho. Simplemente preferí mirar al cielo. Dios decide mejor que yo. Listo. Todo estaba listo. Levanté un pie, con un poco de miedo al avanzar, pero no dejé que eso me detuviera. El camino ya lo elegí, y no voy a volver atrás. Las cosas viejas pasaron, las nuevas están delante. No te arrepientas de nada de lo que pasó, porque gracias a ellas, hoy estás donde estás.

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