Al mirar adentro de la tumba, María descubrió una sorpresa. No estaba vacía como ella creía, ni tampoco había muerte como era de esperarse, había allí dos seres vivo: "y vió a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿porqué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vió a Jesús que estaba allí; más no sabía que era Jesús".
Ésta es la gran diferencia para aquéllos que se atreven a ver lo que Dios quere mostrarles.
Quienes se animan a mirar, aun cuando la lógica les da la respuesta anticipada a su problema, descubren que Dios siempre tiene una sorpresa.
A las sombras más oscuras, les contrapone luz; al dolor, alegría; a la enfermedad, sanidad; a la mentira,verdad; a la soledad, su presencia.
Siempre hay una puerta abierta, siempre hay una respuesta. La primera actitud que Dios te demanda es valentía: mira adentro de la tumba.
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